Sin arrepentimientos,
con miedo,
dispuesto a afrontar.
No es justo
que el dolor quede
en el corazón
de otros.
Tomado por sorpresa,
sin despedidas,
me voy desvaneciendo,
me hago memoria,
sólo una historia
que llega ya
a inesperado
fin.
Sólo un blog más...
Sin arrepentimientos,
con miedo,
dispuesto a afrontar.
No es justo
que el dolor quede
en el corazón
de otros.
Tomado por sorpresa,
sin despedidas,
me voy desvaneciendo,
me hago memoria,
sólo una historia
que llega ya
a inesperado
fin.
No llores más amor mío, por fin el dolor se irá. Sí. Aunque no lo creas, ese extraño ser de ojos perdidos, rostro cruel y ofensivo, piel áspera y punzantes dedos, dejará de torturarte. Las noches largas y de cansado insomnio en que con su chillido venía desprevenidamente sólo para molestarte, culminan hoy, dejando píamente en tu expresión, junto a tu evidente deterioro, el más áspero rasgo de demacración: no lo verás, por lo menos no con la repulsión que lo puedo ver en este momento.
Recuerda mi vida
aquél solemne episodio de tu vida, en que en ti se forjaba la más cruel
tragedia que artista alguno haya podido representar: muertos tus padres en
horrendo accidente, muestran las llamas en tu bello hogar, todo el poder de
incineración -aun de los sueños-, con que son capaces de actuar. Engendras un bastardo que habría de crecer
cual sedentaria planta, marchita y sin poderse mover; pierdes, consumida por la
gangrena, una de tus piernas, que antes esbelta y bien torneada causaba
admiración y como si no fuera suficiente el cúmulo de tragedias, pierdes
también lo que te quedaba de razón.
Dime querida, a
¿qué crees que se deba tan triste historia, cual es tu vida en este ingrato
mundo de desolación?, ¿acaso el destino te usó inapropiadamente como “conejillo
de indias” para mostrar cuánto mal puede a un noble ser realizar?
Mi bien amado, hoy
al mundo sólo inspiras el agrio sentimiento de la lástima. Tu vida, no ha sido doncella, la que un
corriente mortal es capaz de soportar.
No. Te ha tocado conocer la
muerte, sin haber tu alma abandonado tu degradado cuerpo; y todo ¿para qué?, si
tu exilio enfermizo en el cuarto más oculto de la casa sólo ha servido para
hacerme comprender que la vida de una persona como tú, no vale nada. Tu agonía es la culpable de que en mí se
despierten sentimientos de repugnancia y odio hacia lo que alguna vez me causó
placer. Lo que de ti queda que aún es
perceptible, pero que atormenta día a día más mi conciencia, es ese agudo y
persistente lamento que nace, no de tu indolente corazón, sino de tu profunda
herida expuesta hacia mí.
Quiero que al
proceder como ordena mi sentido de compasión, no creas que te odio, sino que
comprendas que, si bien no te doy la felicidad, te facilito el hecho de
alcanzar el reconfortante descanso, que sé, siempre has anhelado. Es difícil para mí hacer esto, aunque me
alienta el deseo de verte descansar y descansar yo mismo; por eso ahora, -de
igual manera como procedí con el bastardo-, cierro mis ojos, elevo una plegaria
al cielo, y la última sentencia que escuchas, mientras traspaso como un
experimentado verdugo, -se siente siempre bastante extraño-, tu corazón, es:
“Muere despojo de mujer y deja ya de lamentarte, tu remedio finalmente ha
llegado”. Breve gemido. Silencio. Descanso.
URBANOS DESVELOS (Relatos de un noctámbulo)
© Nelson Fernando Celis Ángel – Registro 10-850-219 ISBN: 978-958-48-8911-9
Bogotá, Colombia, 2020
Sé que es ella,
porque al igual que la primera vez, viene acompañada de ese frío negro que se
desprende con su aliento; no ha sido precavida, pues en la lúgubre noche ha
dejado nuevamente la huella de sus pasos lentos, tormentosos y fatales. El silencio la ha delatado y en ese existir
violento se ha marcado, cual nostalgia en un moribundo, la áspera sensación de
la venganza.
¿Cómo evitar sus
largos dedos prolongados en encorvadas y terrosas uñas, si cada corto paso en
el avanzar de nuestras vidas, nos aproxima al abismo donde ella habita? Por segunda vez siento cerca su horrorosa
boca, esperando cual buitre arrancar trozo a trozo, migaja a migaja los tejidos
de mi alma. No puedo pronunciar palabra
sin sentir cómo el cálido aire que se desprende de mi garganta hiere su piel
fría y putrefacta, causando un maloliente aroma que con gusto emana.
Ella ocasiona en mí
una tenebrosa conmoción; mi cuerpo se expande, tratando de desprenderse hasta
la más ínfima molécula, queriendo huir del dolor letal. Las cicatrices que ha dejado en mi ser me
hacen comprender que, aunque poseo una gran fuerza de voluntad, no seré capaz
de resistir un nuevo ataque proveniente de su odiosa maldad.
Pasa el tiempo, sin
que logre yo comprender la naturaleza de su crueldad y el origen de su oscura y
desagradable presencia: ¿cómo penetrar en el túnel del pasado eónico, sin haber
hallado la extraña puerta que abre camino hacia él? Mis esfuerzos por vencerla son como la débil
aguja que anhela penetrar el acero de una blindada estructura y se hacen más
pequeños que el trozo de iceberg que por desdicha ha caído en el caldero
alimentado por una llama eterna. La
condena que sobre mí pesa, presiona mi alma como una cadena que, girando en
torno a un cuello, es halada por cada extremo, impidiendo el paso del aire a
los pulmones e incrustando eslabón tras eslabón en la garganta.
La última gota de
mi vida se evapora en este instante, secándose así por completo el pozo que
durante años dio de beber a quien a él acudía, la más pura y dulce agua que
jamás boca alguna haya saboreado. La
fuente cristalina aún existe; aunque su caudal se haya en su recorrido
contaminado, seguirá pues, alimentando otros pozos que, llegado como a mí su
momento, serán por la muerte visitados.
URBANOS DESVELOS (Relatos de un noctámbulo)
Te invito a adquirir mi libro de cuentos "URBANOS DESVELOS. RELATOS DE UN NOCTÁMBULO" en https://www.autoreseditores.com/libro/17374/nelson-fernando-celis-angel/urbanos-desvelos.html
Por: Nelson Celis
Amanece en el suroriente de Bogotá y el maestro de
narrativas fantásticas, tras prepararse para la misión del día, bebé su café, -como
en un ritual-, con lento disfrute, pero a sorbos largos, conservando en la
lengua el gustillo dolceamaro,
evocador de ancestrales saberes y profundos sabores. Puesto en marcha, encuentra en el camino a
uno de sus pupilos acompañado de su padre, quien sin recato le grita “corra
profe, que va como tarde”: a él esto no le inquieta, antes bien, encuentra en
estas palabras una motivación para elevar el rostro, henchirse de orgullo y
atravesar la puerta principal del colegio, sabiendo que la suya no es una tarea
sencilla, es la mediación para que se dé el poderoso encuentro, entre un
universo por ser descubierto y el investigador aventurero que despierta en cada
estudiante.
Cada jornada una experiencia de intercambio y construcción
de nuevos saberes, un enfrentarse a la realidad de niños, niñas y jóvenes
ávidos de nuevos relatos, comprometidos con su historia y a veces tan golpeados
por ella; sin embargo, para el maestro-artista, cada día tan diferente, cada
situación vivida en el colegio, le presentan la oportunidad de reescribirse, de
decantar sus conceptos, de hacerse palabra misma para ser pronunciada. Llega la tarde, y en el regreso a casa, le
acompañan la fatiga, los nuevos retos para ser reflexionados y asumidos y el
sabor del café de la tarde, que invitándolo a descansar, le presagia que, con
lo avanzado en la jornada, la siguiente será aún más pesada, pues cuanto más se
entrega, más se compromete con las trasformaciones que obra, más se hacen
necesarias su presencia y su “magia” en la nueva generación de seres íntegros que
está “labrando”. Duerme poco, pero
duerme satisfecho y lleno de ganas de beber de nuevo el café de la mañana.
Esta escena se asemeja a tantas otras, que durante más de
una década ha protagonizado, el maestro de esta historia, nuestro
maestro-cuentero, maestro-cantante, maestro-actor y comediante, maestro de
sueños, de prosa profunda y de versos fundantes, maestro de vida, maestro-gurú,
maestro-maestro, maestro apasionado y apasionante… Maestro que compartió su
proyecto de vida, su vocación, su caminar con el Colegio Integral Avancemos,
donde él mismo fue estudiante, sin esperar nada más que ver crecer a sus amados
discípulos.
En la familia Avancemos creció como ser integral y configuró
sus vocaciones; allí se enamoró de la ancestral práctica de compartir saberes y
se entregó en ello, especialmente en la educación que incluye, que respeta la
diferencia, que acoge, que se hace transformadora y significativa para el
estudiante. Avancemos lo acompañó en su
caminar académico y celebró sus logros y, ahora, cuando su horizonte se ha
ampliado y su camino lo ha llevado a “compartirse” y ser maestro en otros escenarios,
recordándolo, el Alma Mater le rinde homenaje por su aporte y con gratitud lo
recuerda, buscando mantener su legado.
El Maestro de ojos brillantes, plenos siempre de emoción, de
sonrisa sincera y palabras cargadas de convicción, que rechazaba el escritorio
de la oficina para correr al aula a encontrarse con sus contertulios y
construir entrambos sueños posibles, el profe Juan Carlos Duque Osorio, ocupa
en la historia de la familia Avancemos, un lugar con tanto esfuerzo logrado,
que lo consagra como patrimonio humano de nuestra amada institución: a él
infinitas gracias, a él nuestro reconocimiento y nuestros mejores y sinceros
deseos para su nueva ocupación.