miércoles, 9 de marzo de 2016

Unos chocolates

Cansado de una larga jornada y tras una hora de viaje en bus, ingresé a casa con la esperanza de poder retirarme los zapatos y reposar mi cuerpo.  Dispuesto ya al descanso recordé que debía comprar algo en el supermercado y que tal tarea no podía esperar al día siguiente.  Como de mala gana vestí la chaqueta y salí a realizar la última actividad fatigosa del día.  El supermercado se encuentra a 555 metros, es decir, que ir y volver implica recorrer una distancia de 1110 metros, con la fatiga a cuestas y una temperatura de 14°C con ligeras precipitaciones, emprendí la marcha.
Tras realizar, la compra, la cajera, familiar del propietario del negocio, me miró con una sonrisa de complicidad, me entregó la factura y sobre ella un par de chocolates.  Sentí por un momento que tal detalle dulce cambiaba por completo mi jornada y sólo entendí el porqué al volver el rostro y ver la hermosa figura de Laura, una chica de unos 16 años, hija de la cajera y estudiante de media vocacional en el colegio donde fui maestro en otro tiempo.
¡Quién imaginaría que un par de chocolates que se compran con menos de mil pesos colombianos (1/4 de dolar), podría cambiar el acumulado de toda una jornada!  ¿Los chocolates? o la sonrisa bella y la tierna mirada que me regaló Laura, combinada con el gesto amable de "endulzar" mi alma.  En fin, mi rostro cambió, y desde las 19.30 (hora aproximada en que ocurrió aquello) hasta ahora (21:25), me acompaña una sonrisa de placer, junto al sabor del chocolate derretido en mi paladar, invitándome a disfrutar un poco de la ambrosía de las pequeñas cosas con que está adornada mi vida.