Poseída por
el mal recuerdo de su primer amor
buscó
incansable en el mercado un fruto que no halló:
un romance
intenso que le devolviera el desenfreno,
una caricia
insinuante que la desbordara de nuevo.
Voló así su
juventud, ausente toda ella de pasión;
se hizo
anciana sin haber superado los treinta años,
las arrugas
de su corazón, nunca nadie las quitó
y murió así
de pena, la meretriz de mi vacía razón.
NFCA/14
mayo 2014
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