Por: Nelson Celis
Amanece en el suroriente de Bogotá y el maestro de
narrativas fantásticas, tras prepararse para la misión del día, bebé su café, -como
en un ritual-, con lento disfrute, pero a sorbos largos, conservando en la
lengua el gustillo dolceamaro,
evocador de ancestrales saberes y profundos sabores. Puesto en marcha, encuentra en el camino a
uno de sus pupilos acompañado de su padre, quien sin recato le grita “corra
profe, que va como tarde”: a él esto no le inquieta, antes bien, encuentra en
estas palabras una motivación para elevar el rostro, henchirse de orgullo y
atravesar la puerta principal del colegio, sabiendo que la suya no es una tarea
sencilla, es la mediación para que se dé el poderoso encuentro, entre un
universo por ser descubierto y el investigador aventurero que despierta en cada
estudiante.
Cada jornada una experiencia de intercambio y construcción
de nuevos saberes, un enfrentarse a la realidad de niños, niñas y jóvenes
ávidos de nuevos relatos, comprometidos con su historia y a veces tan golpeados
por ella; sin embargo, para el maestro-artista, cada día tan diferente, cada
situación vivida en el colegio, le presentan la oportunidad de reescribirse, de
decantar sus conceptos, de hacerse palabra misma para ser pronunciada. Llega la tarde, y en el regreso a casa, le
acompañan la fatiga, los nuevos retos para ser reflexionados y asumidos y el
sabor del café de la tarde, que invitándolo a descansar, le presagia que, con
lo avanzado en la jornada, la siguiente será aún más pesada, pues cuanto más se
entrega, más se compromete con las trasformaciones que obra, más se hacen
necesarias su presencia y su “magia” en la nueva generación de seres íntegros que
está “labrando”. Duerme poco, pero
duerme satisfecho y lleno de ganas de beber de nuevo el café de la mañana.
Esta escena se asemeja a tantas otras, que durante más de
una década ha protagonizado, el maestro de esta historia, nuestro
maestro-cuentero, maestro-cantante, maestro-actor y comediante, maestro de
sueños, de prosa profunda y de versos fundantes, maestro de vida, maestro-gurú,
maestro-maestro, maestro apasionado y apasionante… Maestro que compartió su
proyecto de vida, su vocación, su caminar con el Colegio Integral Avancemos,
donde él mismo fue estudiante, sin esperar nada más que ver crecer a sus amados
discípulos.
En la familia Avancemos creció como ser integral y configuró
sus vocaciones; allí se enamoró de la ancestral práctica de compartir saberes y
se entregó en ello, especialmente en la educación que incluye, que respeta la
diferencia, que acoge, que se hace transformadora y significativa para el
estudiante. Avancemos lo acompañó en su
caminar académico y celebró sus logros y, ahora, cuando su horizonte se ha
ampliado y su camino lo ha llevado a “compartirse” y ser maestro en otros escenarios,
recordándolo, el Alma Mater le rinde homenaje por su aporte y con gratitud lo
recuerda, buscando mantener su legado.
El Maestro de ojos brillantes, plenos siempre de emoción, de
sonrisa sincera y palabras cargadas de convicción, que rechazaba el escritorio
de la oficina para correr al aula a encontrarse con sus contertulios y
construir entrambos sueños posibles, el profe Juan Carlos Duque Osorio, ocupa
en la historia de la familia Avancemos, un lugar con tanto esfuerzo logrado,
que lo consagra como patrimonio humano de nuestra amada institución: a él
infinitas gracias, a él nuestro reconocimiento y nuestros mejores y sinceros
deseos para su nueva ocupación.
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