viernes, 8 de julio de 2022

DELIRIO DE UN DESAHUCIADO

 

Sé que es ella, porque al igual que la primera vez, viene acompañada de ese frío negro que se desprende con su aliento; no ha sido precavida, pues en la lúgubre noche ha dejado nuevamente la huella de sus pasos lentos, tormentosos y fatales.  El silencio la ha delatado y en ese existir violento se ha marcado, cual nostalgia en un moribundo, la áspera sensación de la venganza.

 

¿Cómo evitar sus largos dedos prolongados en encorvadas y terrosas uñas, si cada corto paso en el avanzar de nuestras vidas, nos aproxima al abismo donde ella habita?  Por segunda vez siento cerca su horrorosa boca, esperando cual buitre arrancar trozo a trozo, migaja a migaja los tejidos de mi alma.  No puedo pronunciar palabra sin sentir cómo el cálido aire que se desprende de mi garganta hiere su piel fría y putrefacta, causando un maloliente aroma que con gusto emana.

 

Ella ocasiona en mí una tenebrosa conmoción; mi cuerpo se expande, tratando de desprenderse hasta la más ínfima molécula, queriendo huir del dolor letal.  Las cicatrices que ha dejado en mi ser me hacen comprender que, aunque poseo una gran fuerza de voluntad, no seré capaz de resistir un nuevo ataque proveniente de su odiosa maldad.

 

Pasa el tiempo, sin que logre yo comprender la naturaleza de su crueldad y el origen de su oscura y desagradable presencia: ¿cómo penetrar en el túnel del pasado eónico, sin haber hallado la extraña puerta que abre camino hacia él?  Mis esfuerzos por vencerla son como la débil aguja que anhela penetrar el acero de una blindada estructura y se hacen más pequeños que el trozo de iceberg que por desdicha ha caído en el caldero alimentado por una llama eterna.  La condena que sobre mí pesa, presiona mi alma como una cadena que, girando en torno a un cuello, es halada por cada extremo, impidiendo el paso del aire a los pulmones e incrustando eslabón tras eslabón en la garganta.

 

La última gota de mi vida se evapora en este instante, secándose así por completo el pozo que durante años dio de beber a quien a él acudía, la más pura y dulce agua que jamás boca alguna haya saboreado.  La fuente cristalina aún existe; aunque su caudal se haya en su recorrido contaminado, seguirá pues, alimentando otros pozos que, llegado como a mí su momento, serán por la muerte visitados.


URBANOS DESVELOS (Relatos de un noctámbulo)

 © Nelson Fernando Celis Ángel – Registro 10-850-219   ISBN: 978-958-48-8911-9

 Bogotá, Colombia, 2020


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