martes, 27 de julio de 2010

Muerte, Olvido e indiferencia ¿es eso historia?

MUERTE, OLVIDO E INDIFERENCIA ¿ES ESTO HISTORIA?


Por Nelson Fernando Celis







<<¿Puede ser tan cruel la vida? El hedor procedente de las cámaras de gas,

el inequívoco olor de la muerte que impregnaba el aire, me proporcionó la respuesta.

Pero ¿por qué? (...) ¿cómo es posible que los hombres y mujeres puedan hacerse esto entre

ellos? (...) Una voz interrumpió mis pensamientos (...) me dio una respuesta (...)

“tú también serías capaz de hacer eso – me dijo – (...)

hay un Hitler en cada uno de nosotros...” >>



Elisabeth Kübler-Ross. La rueda de la vida.





De modo irremediable, sucesos como la Segunda Guerra Mundial, con sus cuadros de inhumano dolor, la rebosante creatividad del “ser humano” a la hora de concebir escalofriantes métodos para hacer sufrir y para matar y, la frialdad de vidas que en su automatismo acaban con otras sin siquiera manifestar un leve grado de conmoción, son sólo una pequeña muestra de los alcances de la “humanidad”. Nuestro semblante ya no se altera con los documentos, películas y fotografías que nos hablan de la guerra. Millones de muertos son sólo un dato histórico del cada vez más distante pasado, y la muerte, la muerte presente del – inocente o culpable – ser humano, es parte de una realidad teñida de indiferencia, desnuda de espanto.



Cuando las voces que antaño clamaban justicia y repudiaban la guerra, eran tan fuertes como para lograr su cometido, eran calladas por el fusil, se perdían en la sombra densa de un ‘sistema’ opresor que no da cuenta de sus víctimas. Estas voces hoy suenan a grito ahogado, a consigna tergiversada, a anacrónicos lamentos, que de haber sido escuchados hoy serían alegre cuento, hoy serían canto. El ‘sistema’ se ha perfeccionado, comprendidas sus falencias, las ha superado, pero no hay quien grite, ni quien escuche, no hay muros que hablen de libertad, las armas ratifican el inútil silencio de una humanidad resignada a vivir su trágico sino. Y la muerte, disfrazada de esperanza, se ha convertido en maestra, enseñándonos que en la vida siempre se puede sufrir un poco más.



Si los retazos de historia son sólo acontecimientos para conmemorar, hacer minutos de silencio ante el eterno ruido de las armas y poner flores – también muertas – en los monumentos a “los caídos”, es mejor olvidar. De lo contrario, la vida exige ser voz, ser canto, ser recuerdo exhumado que pide justicia, no llanto sobre una tumba, sino semilla de paz en cada humano corazón. La historia nos habla con su voz ronca, no para contarnos las cosas que le han aquejado, sino para prevenirnos de aquellas que no quisiera que, por nuestra imperturbabilidad, también llegaran a convertirse en historia. Una cosa habrá de seguir interpelándonos: que para erigir la morada de la paz se continúe construyendo como base una rígida estructura de cadáveres prensados.