jueves, 13 de febrero de 2020

¿Qué es lo más bonito que recuerdas de mí?

Posibilidad o verdad fáctica: la muerte llega sin informar, no conviene a su quehacer anticipar los motivos ni las estratagemas, sólo arriba como quien tiene pleno derecho y como un suspiro en medio de la nada, se esfuma acentuando el vacío...

Quiero ganarle de mano -o pretender en mi imaginarium que lo hago-, que no me tome por sorpresa, sin haber calculado los gastos del viaje (aunque por sorpresa me tomará, sé que mi capacidad de asombro se hallará menguada), que no se presente mientras escribo en la brevedad de estas agónicas palabras, pues quiero primero indicar, que no se llevará mucho: si acaso fui alguna vez (¡que alguien por favor valide esta apreciación!), ¿qué queda de lo que fui?, ¿cuánto podrá tomar la parca?  No se llevará mucho, pues lo vivido se ha ido, quedan sólo vagas remembranzas, los proyectos no realizados ya son sombras en mis anhelos y la magia de mi vida, la he legado a quienes supieron apreciarla.

Me ire como la noche: en un resplandor que borrará del recuerdo de los presentes toda oscura semblanza.  No seré más, insisto, si es que lo fui alguna vez.  Así como no portaré conmigo más que la nada, ausencia será el botín del rapto que propiciará la muerte amiga.  Como el primer calor del día que reconforta tras una noche helada, reposará en la memoria de los que pudieran apreciarme un destello de mi presencia, poco ha poco disipada y el nuevo día en su esplendor consolará su alma.

Gratitud a los que guarden de mí bellos recuerdos: ¡que encuentren por lo menos el vestigio memorial de una sonrisa, una palabra acertada, una mirada tierna o aunque sólo sea una sincera muestra de que su corazón contra el mío no alberga de resentimiento o desprecio ninguna traza.

Me abandono, incluso sin quererlo, en los brazos de la desesperanza, que la muerte no haga cruenta su labor sobre mi alma y que el silencio me permita callar a gritos también la inconformidad con la vida en cuanto me dejó vacíos y en ocasiones me condujo hacia insólitas trampas.  Sea la vida de los que me sobreviven mejor que mi puñado de acciones y experiencias desde la frontera de mis resistencias, desde la angustia existencial y la perenne melancolía que a cada paso me acompaña.

Sea mi ¡adiós! un saludo en el que se refugien los que como yo, dedican su vida a desproveerse de las arandelas de la vacuidad expresada en sórdidas palabras. Finiquito mi crepitar. Amo.

Nelson Fernando Celis Ángel (1978-2020)

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