lunes, 24 de agosto de 2009

PARA RECORDAR...

Revisando viejos archivos encontré este mensaje que circulé via mail hace algunos años; muy poco le cambiaría hoy:

Bogotá, Colombia, febrero 20 de 2006

Hola:

Espero que te encuentres bien, feliz y gozando de la realización de tus sueños.

Habrás notado que pocas veces te escribo, como no sea para transmitirte algo realmente importante. Sabes que no soy amigo de los Foward (reenvíos), ni de enviar chistes o cuentos de mal gusto o mensajes inoficiosos. Siempre te tengo presente y oro constantemente por ti, porque en realidad ERES IMPORTANTE PARA MÍ.

Hoy he querido llegar a tu buzón con éste mensaje, abusando quizá del poco tiempo del que dispones para consultar tu correo, pues soy consciente que ante la problemática de nuestro pueblo no puedo callar; sólo te pido un poco de comprensión y paciencia.

Estamos viviendo un momento en la historia de nuestro país, en el que el adormecimiento y la apatía son característica de un pueblo que se condena a sí mismo a la más profunda desolación. No hay quien clame justicia por los niños maltratados y brutalmente asesinados; cada vez se procura menos el servicio al prójimo y se busca más el beneficio pecuniario propio; respaldadas en falsos estandartes nacionalistas y de “legítima defensa nacional” se cometen violaciones a los Derechos Humanos. Nuestra democracia, es una falacia vestida de harapos procedentes de un totalitarismo que, hiede a desapariciones forzadas, a forajidos ocultos tras un camuflado, a masacres “por error”, a glifosato y a silenciamiento de inocentes que intentaron ser voz, ser grito, ser denuncia.

Ya no tengo miedo, pues por los jóvenes a quienes transmito mis conocimientos, por mi familia, por mi esposa y por mis posibles futuros hijos, a mis 27 años, he decidido no callar más y continuar una sentida campaña, desde mis reflexiones, para procurar una paz en la que todavía creo y defender una tierra, una cultura, muchos sueños e ilusiones que nos pertenecen porque los merecemos, y que algunos tratan de usurparnos.

Las advertencias para que calle, son el motor que me ha impulsado, pues para mí la muerte es un dulce bocado de la gloria que espera a quienes nunca dejaron de luchar por aquello en lo que creyeron, por sus sueños...

Esto no es un mensaje con aliento demagógico, es una obligación como humano, como docente, como creyente, como colombiano.

No debemos rendirnos ni caer en la desesperanza, tú y yo podemos hacer que la paz no sea una causa perdida. Estoy seguro que sabes cómo hacerlo.

De nuevo perdona mi desahogo. Porque te conozco, sé que puedes comprender a un hombre que no quiere dejarse vencer por la realidad, a un filósofo que tras mucho tiempo, ha comprendido por fin cuál es su misión y destino.

Gracias.