sábado, 9 de julio de 2022

REMEDIO FORZOSO

 No llores más amor mío, por fin el dolor se irá.  Sí.  Aunque no lo creas, ese extraño ser de ojos perdidos, rostro cruel y ofensivo, piel áspera y punzantes dedos, dejará de torturarte.  Las noches largas y de cansado insomnio en que con su chillido venía desprevenidamente sólo para molestarte, culminan hoy, dejando píamente en tu expresión, junto a tu evidente deterioro, el más áspero rasgo de demacración: no lo verás, por lo menos no con la repulsión que lo puedo ver en este momento.

 

Recuerda mi vida aquél solemne episodio de tu vida, en que en ti se forjaba la más cruel tragedia que artista alguno haya podido representar: muertos tus padres en horrendo accidente, muestran las llamas en tu bello hogar, todo el poder de incineración -aun de los sueños-, con que son capaces de actuar.  Engendras un bastardo que habría de crecer cual sedentaria planta, marchita y sin poderse mover; pierdes, consumida por la gangrena, una de tus piernas, que antes esbelta y bien torneada causaba admiración y como si no fuera suficiente el cúmulo de tragedias, pierdes también lo que te quedaba de razón.

 

Dime querida, a ¿qué crees que se deba tan triste historia, cual es tu vida en este ingrato mundo de desolación?, ¿acaso el destino te usó inapropiadamente como “conejillo de indias” para mostrar cuánto mal puede a un noble ser realizar?

 

Mi bien amado, hoy al mundo sólo inspiras el agrio sentimiento de la lástima.  Tu vida, no ha sido doncella, la que un corriente mortal es capaz de soportar.  No.  Te ha tocado conocer la muerte, sin haber tu alma abandonado tu degradado cuerpo; y todo ¿para qué?, si tu exilio enfermizo en el cuarto más oculto de la casa sólo ha servido para hacerme comprender que la vida de una persona como tú, no vale nada.  Tu agonía es la culpable de que en mí se despierten sentimientos de repugnancia y odio hacia lo que alguna vez me causó placer.  Lo que de ti queda que aún es perceptible, pero que atormenta día a día más mi conciencia, es ese agudo y persistente lamento que nace, no de tu indolente corazón, sino de tu profunda herida expuesta hacia mí.

 

Quiero que al proceder como ordena mi sentido de compasión, no creas que te odio, sino que comprendas que, si bien no te doy la felicidad, te facilito el hecho de alcanzar el reconfortante descanso, que sé, siempre has anhelado.  Es difícil para mí hacer esto, aunque me alienta el deseo de verte descansar y descansar yo mismo; por eso ahora, -de igual manera como procedí con el bastardo-, cierro mis ojos, elevo una plegaria al cielo, y la última sentencia que escuchas, mientras traspaso como un experimentado verdugo, -se siente siempre bastante extraño-, tu corazón, es: “Muere despojo de mujer y deja ya de lamentarte, tu remedio finalmente ha llegado”. Breve gemido. Silencio. Descanso. 

URBANOS DESVELOS (Relatos de un noctámbulo)

 © Nelson Fernando Celis Ángel – Registro 10-850-219   ISBN: 978-958-48-8911-9

 Bogotá, Colombia, 2020

viernes, 8 de julio de 2022

DELIRIO DE UN DESAHUCIADO

 

Sé que es ella, porque al igual que la primera vez, viene acompañada de ese frío negro que se desprende con su aliento; no ha sido precavida, pues en la lúgubre noche ha dejado nuevamente la huella de sus pasos lentos, tormentosos y fatales.  El silencio la ha delatado y en ese existir violento se ha marcado, cual nostalgia en un moribundo, la áspera sensación de la venganza.

 

¿Cómo evitar sus largos dedos prolongados en encorvadas y terrosas uñas, si cada corto paso en el avanzar de nuestras vidas, nos aproxima al abismo donde ella habita?  Por segunda vez siento cerca su horrorosa boca, esperando cual buitre arrancar trozo a trozo, migaja a migaja los tejidos de mi alma.  No puedo pronunciar palabra sin sentir cómo el cálido aire que se desprende de mi garganta hiere su piel fría y putrefacta, causando un maloliente aroma que con gusto emana.

 

Ella ocasiona en mí una tenebrosa conmoción; mi cuerpo se expande, tratando de desprenderse hasta la más ínfima molécula, queriendo huir del dolor letal.  Las cicatrices que ha dejado en mi ser me hacen comprender que, aunque poseo una gran fuerza de voluntad, no seré capaz de resistir un nuevo ataque proveniente de su odiosa maldad.

 

Pasa el tiempo, sin que logre yo comprender la naturaleza de su crueldad y el origen de su oscura y desagradable presencia: ¿cómo penetrar en el túnel del pasado eónico, sin haber hallado la extraña puerta que abre camino hacia él?  Mis esfuerzos por vencerla son como la débil aguja que anhela penetrar el acero de una blindada estructura y se hacen más pequeños que el trozo de iceberg que por desdicha ha caído en el caldero alimentado por una llama eterna.  La condena que sobre mí pesa, presiona mi alma como una cadena que, girando en torno a un cuello, es halada por cada extremo, impidiendo el paso del aire a los pulmones e incrustando eslabón tras eslabón en la garganta.

 

La última gota de mi vida se evapora en este instante, secándose así por completo el pozo que durante años dio de beber a quien a él acudía, la más pura y dulce agua que jamás boca alguna haya saboreado.  La fuente cristalina aún existe; aunque su caudal se haya en su recorrido contaminado, seguirá pues, alimentando otros pozos que, llegado como a mí su momento, serán por la muerte visitados.


URBANOS DESVELOS (Relatos de un noctámbulo)

 © Nelson Fernando Celis Ángel – Registro 10-850-219   ISBN: 978-958-48-8911-9

 Bogotá, Colombia, 2020